IPN: ganar para perder

Mes y medio después de haberse extendido, el paro de los estudiantes del Politécnico sigue viendo su final tanto o más lejano que al principio.
En pocos días, luego de la audaz propuesta del secretario de Gobernación de resolverlo en media hora –que a su vez recordó la promesa de Fox candidato de concluir el conflicto con el EZLN en quince minutos— el Gobierno se allanó a las demandas de los estudiantes.
Éstos aducen desde entonces, para no regresar a clases, que a todo se les dijo que sí, pero no les dijeron cuándo, en algunos casos, y en otros no les dijeron cómo.
Transcurren las semanas, y su movimiento empieza a parecerse a aquél que hace tres lustros paralizó la UNAM por cerca de un año. Con otro ritmo y en otro estilo, sin embargo los inconformes en ese tiempo obtuvieron igualmente la retractación de los cambios reglamentarios que quería el rector, lo derrocaron, y luego todo siguió igual, hasta que meses después tuvo que entrar la entonces flamante Policía Federal para desalojar el pequeño grupo de rijosos que impedían la reapertura de las escuelas.
Ahora, la transmisión de la mesa de negociaciones por televisión nos muestra la desesperante alternancia de autoridades que siguen diciendo a todo que sí, y de los lideres paristas que siguen diciendo a todo que no, a pesar de que todo está otorgado.
Entretanto, se acumulan las pérdidas: el semestre es ya casi irrecuperable, en todo caso el calendario escolar ha quedado hecho añicos. En estos largos periodos de inactividad la experiencia repetida es que muchos estudiantes terminan por abandonar definitivamente su carrera y sus proyectos de vida. El gasto corriente –sueldos, mantenimiento— continúa, pero como dinero tirado a la basura, el nivel académico se deteriora de forma inevitable, y a futuro los empleadores empiezan a ver con malos ojos a los egresados de una institución conflictiva.
¿Cuántos días, semanas, meses, se prolongará sin sentido el paro del IPN?